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A lo mejor soy yo, pero a mí me parece que la destrucción, últimamente, está muy presente en el arte. La destrucción de lo que somos con el toque nostálgico de que cualquier tiempo anterior se perdió para siempre y, por supuesto, fue mejor. Pienso, por ejemplo, en los apocalipsis de Pablo Genovés o en el Ensayo sobre la Ruina de Luis Úrculo.
Éste último, en la galería Eva Ruiz, acaba de inaugurar una interesante serie de construcciones que se derrumban por una fuerza invisible, que parecen derretirse como el hielo de los cascos polares, que se deshacen con el sonido seco de las maderas al caer. Úrculo nos hace mirar cómo se cae lo que parecía firme, cómo se desvanece lo sólido, cómo la destrucción está presente en todo lo que nace y los edificios poderosos fracasan en todo lo que intentan. Me suena a lo que está pasando.
Hay otro discurso sobre el tema en la galería Espacio Mínimo. El hombre se llama Antonio Montalvo y, habla de la pérdida con óleos que rememoran un pasado que se fue hace tiempo y una estética tan imposible que hace inútil el deseo de que vuelva. Esas obras, llenas de un tiempo desaparecido, te van llevando hacia abajo, literalmente: la estructura de esa genial galería te va haciendo bajar escaleras y la impresión es que vas descendiendo, como el muerto, en el foso que aparece en el cuadro del sótano, en la inquietante imagen del enterramiento definitivo de lo que se ha ido para siempre.
También hablan de esto (por ejemplo) Pablo Genovés - con sus palacios llenos de escombros o las olas arrasando lujosos teatros-, Adrian Tyler - con la naturaleza irrumpiendo y destruyendo los espacios-, Mathieu Pernot -que fotografía la vista desde ventanas de edificios que van a demoler- o Chris Jordan, que hace unos años, como una premonición, mostraba la acumulación de móviles, tarjetas de aparatos electrónicos, cargadores de teléfonos, colillas o coches estrujados que se convierten en basura, como un espejo que nos dice de dónde venimos y por qué estamos donde estamos.
Después de todo esto, para animarse un poco no hay más que cruzar la calle Doctor Fourquet en Madrid y encontrar una imagen del refrescante Li Wei en Gao Magee Gallery. Estamos en un hoyo, sí, pero saldremos.
Una imagen muy de hoy sin duda. Lo que PARECÍA sólido y se desmorona... o lo que ERA sólido y es derrumbado. Pienso en la sanidad, en la educación, en la convivencia, etc.
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