Hay dos temas que flotan por encima de las salas dedicadas a la pintura española del siglo XIX. Uno, el personaje público. El otro, la muerte.
Vemos la muerte en los rostros del general Torrijos y sus compañeros en los segundos antes de morir.
En la demencia de Juana La Loca, que intenta llevarse el cadáver de su esposo, callando a quien intenta detenerla.
En la tristeza de Isabel de Segura minutos antes de casarse con alguien que no era su amado
En el joven herido en el barco que no puede ir al hospital
En el barco naufragado
En una viuda que no quiere aceptar que él se ha ido
En las que han sido violadas
En el anciano de Fortuny
En la madre que se clava un cuchillo después de matar a su hijo
O en la ninfa mordida por la víbora que espera impasible, como parte del juego, lo que viene después
Y, después, está la luz de los retratados.
Y a pesar de las nubes que amenazan por encima...
...la vida explota.
Y es lo que pasa. Siempre explota.
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