Si yo rediseñara el mundo pondría a los niños pequeños a estudiar arte desde Infantil. Y a leer a Platón, a Marco Aurelio, a Homero, los relatos del Antiguo Testamento, Epicuro, Jenofonte... Porque todos ellos ayudan. Porque cuando tengan que vivir, cuando tengan que llorar, a ver cómo les consuela un I Pad.
Hubo unos superdotados que decidieron que todos esos estudios no eran tan importantes, que había que asegurarse el sueldo hablando de la prima de riesgo como si la hubieran inventado. Estos lumbreras pensaron que era mejor saber mucho de algo que poco de todo y las Humanidades eran una pérdida de tiempo. Eran tipos listos, que llegaron a lo máximo en tiempos de la Logse y, más tarde pensaron poder arreglarlo con un engendro llamado Educación para la Ciudadanía.
Si no le ofreces a un niño esos dones lo dejas solo, y el conocimiento se quedará en cómo manejar el teclado de la Blackberry. Todos esos libros y todas esas obras de arte son más prácticos, para el día a día, que ser un lince buscando en google, más útiles que saber cambiar la rueda de tu coche, más emocionantes que una invitación a la fiesta de turno. Claro que, para entenderlos, necesitas que te los expliquen, y que lo hagan bien. La suerte puede poner un buen profesor en tu vida, como hizo conmigo. Pero si escuchas, por ejemplo, a la Real Academia, que te dice que el epicureísmo es la entrega a los placeres, te quedarás mirando el I-Pod, que aporta más.
Si no les enseñamos a leer o a mirar se perderán demasiadas cosas, demasiadas cosas importantes. No podrán sentir emoción ante una obra de Cy Tombly (no verán en sus manchas el dolor de la pérdida) ni entender lo que están viviendo al mirar algo de Edvard Munch; se perderán en el miedo porque no habrán entendido, leyendo a Marco Aurelio (por ejemplo) que el miedo es un invento más; se destrozarán para conseguir un amor porque no habrán leído a Platón, y Platón les hubiera dicho que el amor es conocer con el otro, y no intentar que el otro te conozca. No superarán un dolor porque no sabrán distinguir el dolor del daño que viene después, porque no sabrán lo que dijo Epicuro. Se preguntarán lo imposible de saber porque no habrán leído el Antiguo Testamento, que te dice que no te desesperes preguntando. O, por ejemplo, robarán fondos públicos porque el tío de al lado lo hace, ya que no habrán aprendido que está claro qué es obrar mal y lo demás son vulgares excusas.
Así que sólo les quedará el placer de emocionarse porque sube la bolsa, consolarse con una buena dosis de tranquilizantes, buscar qué son en el número de contactos que tengan en el móvil o encontrar soluciones en un libro de autoayuda. Con lo fácil que sería acercarles a aquellos que se prestaron a enseñarnos de qué va todo esto...
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