Ramoncín

Valme de Toledo

Ramoncín, de golpe y plumazo, se ha convertido en un espejo. Como el genio de Blancanieves, que le dice a la madrastra quién es la más bella, nos cuenta lo que somos. Quien lo iba a decir, lo mucho que tenía que enseñarnos.

"Neri es íntimo amigo mío, es una persona austera... ¡no tiene ni coche!" Habla así de un imputado por desvío de fondos en la trama de la SGAE y me recuerda a esas entrevistas al vecino del asesino. Pero si era un tío muy normal, suele decir el vecino, un tipo tranquilo, educado, que nunca daba problemas. El hombre que estranguló, descuartizó y se comió a su víctima -su vecino- era un tipo tranquilo.

Cada uno con su vida. Luego quedan la sorpresa, la incredulidad y las declaraciones al periodista. Varias veces hemos aludido en este blog a épocas pasadas, épocas doradas en las que el individuo vivía por su comunidad, en las que los miedos eran compartidos, en las que no estabas solo, y fuera de casa te escuchaban. Es un relato que pretende recordar que, por encima de ti, está siempre el otro. No es un relato melancólico: vivimos solos, sí, pero es que hacemos mal.

Lo que me sorprende de las declaraciones de Ramoncín es su falta de vergüenza, y cuando hablo de vergüenza no me refiero a un sentimiento (allá él) sino a un modo de ser responsable a los ojos del resto. No sabía, declara, que mi amigo era Al Capone. Así, tal cual. Eras amigo de Al Capone y no lo sabías. A lo mejor deberías revisar todo lo que sabes.

Otra cosa es que seas amigo del asesino y no quieras verlo. La amistad crea extraños mecanismos para justificarse, y el primero de ellos es la conveniencia. Luego está lo de no meterse en líos. Es cierto que ya tenemos bastante con lo nuestro, pero si tu amigo es un estafador, al menos, dile que lo sabes. Ayudarás a todos y, para empezar, limpiarás lo que tienes en casa. 

  

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