Hay un episodio maravilloso en esa caja de sorpresas que es Retorno a Brideshead, de Evelyn Waugh (mi edición es la de Mondadori, traducción de Caroline Phipps). Bueno, uno no: miles. Pero del que quiero hablarles es del momento en que el prometido de Julia, Rex Mottram, recibe clases del párroco para convertirse al catolicismo, religión de su futura esposa.
Le pregunta la madre de Julia al instructor:
-Bueno, ¿y cómo le va con mi futuro yerno?
-Es el converso más difícil que he conocido.
-Vaya, pensaba que tenía intención de facilitar las cosas.
-Precisamente ese es el problema.
-(...)¿Qué significa para usted la oración? - le pregunta el sacerdote.
-No lo sé - responde Mottram - dígamelo usted.
Rex quiere convertirse. No hay un ápice de burla o incredulidad en su postura. Simplemente, nada le empapa. Pero no es porque esté lleno de otras cosas (ateísmo, protestantismo o rebeldía). Es que está vacío: Rex no es nada. Como dice más adelante su prometida, en una descripción que, de un plumazo, te cuenta al personaje (o sea, una de las buenas):
-(...) No era en absoluto un ser humano completo, sino un trocito de ser humano, (...)un trocito muy pequeño del hombre que juega a ser un hombre entero.
Bueno, no sé si a ustedes esta descripción les dice algo, a mi me habla de gente que he conocido. Me habla de esa gente que se hace permeable a todo lo que llegue de fuera, se mimetiza con el exterior cambiando de color dependiendo de dónde apoye las patas y, de ese modo, llega a ser una carcasa, como las de lo móviles. Uno de esos plásticos que consiguen que una baratija parezca algo especial, y que olvidemos si tiene cobertura.
Y claro, ser lo que los demás son siempre viene bien. Para casarse con la heredera del castillo de Brideshead o para triunfar en política, por ejemplo. En la novela de Waugh, Rex Mottram llega a ser un influyente ministro, un triunfador rodeado de triunfadores que cuenta por la radio su triunfo. "Es un ángel", dice de él un familiar de Julia, alguien generoso y bueno que, simplemente, se ha creído el cuento, "con nosotros vivía un ángel".
Esa es la retribución de la que habla el libro. La recompensa que esperan los católicos, siguiendo el deber y el pecado como libro de instrucciones, se da de bruces contra la realidad, contra las carcasas como Rex que exhiben su triunfo. Las carcasas brillan, relucientes, y nada rivaliza con ellas. Si esperas lo contrario pierdes el tiempo. Eso sí: date cuenta de ello y mira, por unos segundos, la baratija que se esconde detrás de las luces. Luego desvía la mirada a la pequeña vela que los soldados encienden para rezar por los heridos. Así podrás entender algo.
Valme de Toledo
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Valme de Toledo
Ciertamente, el Evangelio de San Juan el Divino en la exégesis de Retorno a Brideshead. Además, con mucho mérito, en pocos párrafos, conciso, contundente, palabra verdadera:
ResponderEliminar"Uno de esos plásticos que consiguen que una baratija parezca algo especial, y que olvidemos si tiene cobertura".
El plástico es la mejor síntesis de la alianza demoníaca con el hombre en virtud de la soberbia del aprendiz de brujo. Mientras lo que nos ha dado la creación tiene cobertura, primera ley de la termodinámica, el plástico no se transforma y por desgracia cuesta muchísimo destruirlo.
Me ha encantado el post. Algún día hablaremos de los cuatro jinetes.
Amor y Paz. !Querida y muy admirada amiga¡