Los héroes y el Óscar

Valme de Toledo

Pues yo pienso pero todas las (buenas) películas de este año hablan de héroes. De aquellos hombres o mujeres que levantan la cabeza, abren a golpes la puerta de su miseria,  y salen fuera. Los motivos de esos héroes parecen distintos - el deber, el dinero, la venganza, el poder, el amor, el triunfo- pero son siempre el mismo: sobrevivir al dolor, salir de la cárcel. También los hay que no cuentan motivos, como De Dioses y Hombres, y quizá por eso sean aún más heroicos.

Las cárceles que encierran sus vidas pueden ser muy distintas. En El Discurso del Rey, vemos la celda dorada del rey de Inglaterra, encerrado en silencios que debe romper; en The Fighter, la sucia habitación del drogadicto; en Valor de Ley, la botella de whiskey del Marshall acabado o las monedas que busca la niña pequeña que ya no puede confiar en nadie; en La Red Social, la humillación de quien no es visto; en Más Allá de la Vida, el no poder contar lo que te cambia; en De Dioses y Hombres la crueldad; en el Cisne Negro el propio cuerpo. Todos solos, todos luchando contra la vida que tienen por delante.

Y luchan. Y ganan. El puñetazo de Mickey en el combate de boxeo tiene la misma fuerza de la niña cruzando el río montada en su caballo para perseguir al asesino de su padre, la fuerza del Marshall matando al caballo para poder salvarla, la fuerza del enfrentamiento del rey ante el micrófono, la de la bailarina que trasciende su cuerpo, la fuerza de las miradas de los monjes que van a morir, la fuerza de la obsesiva lucha  del joven incomprendido. Hay en varios de ellos, como en los cuentos de Walt Disney, una madrastra (reconvertida en madre -o padre- que te machaca la vida) y una princesa que lucha por darte un beso para que puedas despertar. Y la lucha acaba en donde todos queremos estar: en el amor, en poder ser visto, en contarle a alguien las cosas que duelen y que ese alguien pueda entenderte.

Así que ese puñado de hombres consigue ser un campeón mundial de boxeo, un rey que levanta a su patria, un joven que cambia la manera en que vivimos, una mujer que consigue contar lo indecible, un hombre, hundido en la trampa de la muerte, que empieza a ser amado o unos monjes que mueren en la misma paz con la que viven.

Y no sé por qué es así, pero así es.  A lo mejor es que necesitamos hablar de héroes, a lo mejor es que no hay otro tema posible. Y hay historias en los que ser héroe consiste, simplemente, en seguir siendo bueno. Recuerden, si no, Azul de la trilogía de Kielovski o La Vida de los Otros de Florian Henckel-Donnersmarck, personajes que no cambian aunque el mundo se hunda, que siguen siendo buenos cruzando el infierno. Hablar de tus tristezas, la verdad, no sirve de nada y cansa al personal. Da el portazo, pega el golpe, grita. Y, por encima de todo, actúa. Y así tendrás algo que sí podrás contar. 


Valme de Toledo
http://www.valmedetoledo.com/
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