Mario Testino o qué es el Arte

Valme de Toledo
Esta semana el artista callejero Bansky expresaba en el País Semanal la libertad de su discurso, y declaraba que el street art no podía encerrarse en un museo. "El arte requiere tanto ego y egoísmo que se ha convertido en una carrera para gilipollas", declaraba. Pues puede ser. Si el arte se convierte en carrera, mal vamos. Una carrera sirve para dos cosas: para llegar antes que el otro o para ganar un sueldo a fin de mes. El arte es otra cosa.
Probablemente si vemos en la revista Vogue una de las imágenes de Mario Testino que expone ahora el museo Thyssen la miremos unos segundos y pasemos de página. Pero la propuesta del Thyssen nos cuenta algo más. Hay un camino que va desde la rigidez al dejarse llevar, de lo artificial a lo sincero. Desde las mujeres encorsetadas de la primera parte de la exposición (mirando hacia abajo, el cuello torcido, la mirada escondida) a la sencillez de los últimos desnudos (la mirada franca y, por fin, sonriente) hay un recorrido en la visión de la mujer, en el paso de lo que tiene que ser a lo que acaba siendo.

Así que un museo de arte contemporáneo expone la obra de un fotógrafo de moda, diluyendo de forma definitiva la delgada línea que separa el encargo comercial del arte con mayúsculas. Por lo tanto la pregunta que planteamos es qué es eso del arte y dónde está.

Recuerdo ahora la historia de aquel violinista que se sentó a tocar, pidiendo limosna, en una estación de metro de Washington. Nadie se paró a escuchar su música, y unos pocos dejaron, apresuradamente, unas monedas en su lata. Recaudó apenas treinta dólares. El violinista se llamaba Joshua Bell, tocaba obras de Bach y su violín era un stradivarius. Dos días antes había tocado el mismo repertorio con la sinfónica de Boston. Las entradas de su concierto llegaban a mil dólares y se vendieron todas.

Miramos el arte que alguien nos dice que miremos. Miramos con los ojos, no con el alma, y por eso hay artistas, a los que probablemente se refiera Bansky, que hagan su creación buscando tus ojos y consigan triunfar. Es arte lo que llega al corazón, pero para verlo hay que pararse delante. Es algo que no sirve para nada, sólo consuela a su creador y, de vez en cuando, consigue contar algo a quien lo mira.

Valme de Toledo

3 comentarios:

  1. Voy a hablar desde mi más pura esencia pragmatica para dar vidilla a estas interesantes cuestiones que planteas y aunque desconozco alguna de las referencias en las que apoyas tus argumentos me atrevo a comentar que hoy en día la palabra arte le viene demasiado grande a todo el mundo, hay tanta oferta y tan poco realmente destacable en si mismo que realmente creo que el que triunfa no podría hacerlo sin la parte comercial ni tampoco sin algo bueno que ofrecer. Tal y como está planteado el mundo hoy es muy dificíl separar lo uno de lo otro. Quien pretende encerrar el street art en un museo...evidentemente perdería su esencia...el arte es algo sublime que no puede tener ni ego ni egoismo es inpendiente de su autor al que transciende. Muy buena la valoración de la obra de Testino. Chus

    ResponderEliminar
  2. El arte requiere ego, sino duda. Hay que tenerlo para pensar que lo que uno hace puede interesar y producir "ese algo" que el arte debe pdroducir en otras personas.

    Pero el ego no tiene por qué devenir en competición. Es sólo cuando se mercantiliza... y no hay para todos (toda la vida los artistas han intentado vivir de su arte).

    Bansky tiene en mi opinión por tanto sólo una parte de razón.

    ResponderEliminar
  3. Estoy con Chus. Hay una cierta sobreproducción debida al control empresarial de la promoción y la distribución. Esto implica que la exhibición ha de producir rendimientos rápidos, sin dar tiempo al público para aprehender la obra. Si no produce, pues a otra cosa. El discurso estético precisa de un sujeto, otra cosa es que la relación entre el sujeto y los distintos predicados sea de alienación, como le ocurre al discurso ético (Adorno). Interesantísimo blogpost.

    ResponderEliminar

Entradas populares