Explicaciones

Uno de las características del arte contemporáneo es que hay que explicarlo. Y sin embargo tampoco estoy tan segura de que lo podamos entender aunque nos lo expliquen. El arte del siglo XXI nos dice lo que podemos entender del siglo XXI, que es Nada. 

No podemos hablar de unas características sociales o de si mañana vamos a seguir con el trabajo, del tipo de interés de la hipoteca o de la fiabilidad que nos dé el Gobernador del Banco de España. Que Rajoy comparezca antes los medios explicando el rescate nos deja tan fríos como la nota de prensa que lanza el museo. Sigues igual. Lanzamos un satélite que predice el tiempo o un complicado logaritmo que explica los movimientos de la bolsa y creemos que el progreso está de nuestro lado, hasta que la realidad nos pone en nuestro sitio y vemos que el poderoso satélite ni siquiera puede decirnos dónde están los niños que desaparecieron de aquel parque.

Pues eso es el arte. Juega con explicaciones que no explican, y es que en el siglo XXI las explicaciones son un requisito, como un sondeo de opinión es obligatorio en política. Vivimos el siglo XXI y tenemos que jugar sus reglas. Pero al final (y al principio) si entiendes una obra de arte es sólo por lo que no te están contando.

Todo esto viene a cuento porque desde que vi la exposición de Marc Chagall en el Thyssen me pregunto qué quiere contarnos con sus obras, y no tengo ni idea. Y no, no me sirven de nada las explicaciones del comisario de la exposición. Así que he pensado que las explicaciones en el arte son como los pasos de un baile. Primero te los  aprendes de memoria pero luego, si quieres bailar, tienes que olvidarlos. En el arte pasa lo mismo. Tienes que escuchar qué te están contando, pero para enterarte de qué estas viendo debes olvidar lo que has oído. Después asumir que no entiendes nada, y que eso no es malo. Y si no has entendido y no puedes dejar de mirar lo que tienes delante estás delante de una joya, y ahí es cuando empieza lo bueno.