Afirma Asghar Farhadi, director de cine iraní, que tenemos demasiadas respuestas y lo que hay que buscar son preguntas. Y eso es lo que hace en la película "Nader y Simin: Una Separación". ¿Debe un niño alejarse de un padre por buscar una vida más fácil?¿Es la religión una guía para la conciencia, o es un límite para la actuación?¿Hace bien una madre que se va dejando a su hija?¿Debemos creer a quien es más digno de ser creído, o eso es una farsa?
Y consigue dejar todas las preguntas en el aire, sin darnos respuestas, como hacen los buenos directores que confían en el espectador. Desde el primer momento, donde empieza convirtiéndonos en jueces de una separación, todo está abierto. Hay una escena donde Farhadi alarga el sufrimiento de unos padres y tú te lo tragas, lo masticas, lo vives con ellos. Es la espera de una decisión que no llega y que va a cambiarlo todo. Genial, genial escena que no tiene respuesta, como no tiene respuestas, nunca, lo que verdaderamente es importante.
Toda en esta película sabe a acción, a posibilidad, a futuro. Las mujeres no se destapan la cabeza en ningún momento, pero luchan, y cómo luchan. Los hombres exprimen lo que les toca aunque no se muevan de su cama. Y no sabes si aciertan, si conocen, si saben que ella no va a volver, si mienten, si buscan algo más. Preguntas sin respuestas en una película rebosante de buenos actores (todos, en bloque, ganaron el Oso de Plata en la Berlinale) que -como dijo Pablo Q.- te apetece volver a ver en cuanto terminan los títulos de crédito.
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