Es la máxima de cualquier obra de arte: lo que importa no es lo que se cuenta, sino lo que se dice con lo que se cuenta. Es decir: tú puedes estar contando la infidelidad de una mujer en coma y no estar hablando de eso. El que la película de Alexander Payne hable de Infidelidad y se llame los Descendientes nos indica que lo que vemos no es lo que debemos entender.
Y aquí viene a cuento otra de las máximas que define la obra de arte. Cierras el libro o la puerta del cine y ahí empieza la historia: a ver qué piensas. Las buenas obras tienen que entenderse, y probablemente eso no lo consigas enseguida (bueno, al menos yo no). Tienen que superar la noche. Si a la mañana siguiente sigues pensando, estamos delante de algo bueno. Te lo pueden dar todo masticado, como para tontos, pero si no tienes nada que pensar estamos hablando de otra cosa (que no tiene por qué ser peor).
Los Descendientes nos cuenta una infidelidad, pero la infidelidad es sólo una anécdota. Porque su discurso va de cómo te enfrentas a la vida. Tu vida puede ser una birria, pero el problema no es ese, sino qué haces con la birria en que tu vida se convierte. Así que tenemos a un hombre bastante pringado que aprende a enfrentarse. No es un tema nuevo, pero no es un tema malo. Casi podríamos preguntarnos si hay algún otro.
Habla del perdón. Del perdón hacia una mujer que te ha mentido, hacia un padre que no ha sabido serlo, hacia una madre que ha descolocado tu mundo cuando sólo tienes 17, hacia una mujer que quiere destruirte o hacia un familiar que no está dispuesto a llenarte los bolsillos con el dinero de tu herencia. Habla de cómo coger el toro por los cuernos y enterarte de qué es la vida. Y el perdón es parte de la vida porque el rencor acaba con ella. Hablo del perdón y no del olvido, pero ese es otro tema.
Los Descendientes es una película irregular que da saltos entre una comicidad que no pinta mucho y demasiada lágrima evidente. Pero en medio queda el abrumador paisaje de Hawai que parece quitarte el aire y un tipo (George Clooney) que, gracias a todas sus desgracias empieza, por fin, a enterarse de qué va todo esto. Bueno, hay gente que no lo consigue jamás...
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