Valme de Toledo
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El artículo de opinión de Mario Vargas Llosa sobre Wikileaks en el País (y, por alusiones, el de Fernando Savater) me ha iluminado la trama de espionaje más que todo lo anterior. Esas opiniones que proclamaban el derecho a la información o aquellas que apelaban a la prudencia por lo que pueda pasar no me decían nada. Creo que sí tenemos derecho a la información, y que la prensa libre es el gran logro de las democracias avanzadas. Y creo que hay que ser prudentes, pero la prudencia no quiere decir vivir subyugados por el miedo. Nunca hay que dejar de hablar por miedo, ni dejar de oír por miedo.
Creo que hay que tener información, pero Wikileaks es otra cosa. Wikileaks son opiniones y conversaciones que pertenecen al ámbito de lo privado. No son información, ni siquiera son noticia. Su publicación es un espectáculo más que satisface el morbo. El espectáculo, según Vargas Llosa, es lo que llena nuestras vidas en el momento en que desaparece lo privado y la intimidad se abre al mundo. Ya no tenemos privacidad ni sabemos lo que es eso, así que forzamos la máquina para apropiarnos de la vida del que tenemos al lado. Y si el de al lado es el embajador de Estados Unidos, mucho mejor. Así, sin estudiar una carrera tan larga.
Si todo lo privado se ha hecho público, ahora todo es público. Estoy totalmente de acuerdo hasta este punto. Pero yo añadiría algo más. Sí, ha habido una inundación, como si las tapicerías de nuestro sofá se extendieran sobre el asfalto, pero si esto ha ocurrido es porque fuera no había nada. Si nuestra vida se difunde por medio de altavoces es porque antes todo estaba en silencio. No es que hayamos elevado la intimidad al terreno de lo colectivo, es que lo colectivo no estaba. En su lugar, un inmenso agujero.
Es decir: estamos solos sobre el sofá de nuestra casa. La soledad se adorna con internet o con todo lo que quieras, pero ahora la vida se bebe a palo seco. No hay un sitio donde gritar, donde puedan escucharte, donde puedas escuchar, ya no hay un ideal al que mirar para ir aprendiendo. Los políticos se han convertido en vendedores de votos, la enseñanza ya no sirve porque no sabe decirnos que el conocimiento es útil. El único espacio público posible es la consulta del psicólogo. En el momento en que no hay nada que contar, porque nadie escucha, sólo queda entender la morbosa ilusión de que desde aquí podemos escuchar las miserias del de al lado.
Yo no entiendo que alguien se trague Gran Hermano. Las veces que he pasado por encima no he podido perder más de un minuto en esa visión maloliente de una baboseante convivencia. Pero la gente lo ve. Vale, por supuesto estamos donde estamos, y en el nivel en el que estamos, pero la gente lo ve. Por lo menos Wikileaks apunta al presidente de Estados Unidos, aquí nos conformamos con poco.
Sí es verdad: todo es espectáculo. Pero si hemos convertido la intimidad en espectáculo es porque en la calle estábamos tan solos como estamos en casa. No es que estemos fuera, es que seguimos dentro con la ilusión de que alguien, desde alguna parte, está mirando y puede acompañarnos.
Consecuencias de la curiosidad malsana (i.e. wikileaks):
ResponderEliminarEl director general de una gran empresa alemana, a la que con el debido apoyo político ha llevado a cotas nunca antes conocidas ni casi soñadas, tras 18 meses de éxitos en su puesto, comenta en una cena informal con unos altos mandatarios americanos que la versión europea del GPS es una bobada (su empresa es adjudicataria de un grandísimo contrato del GPS europeo). Wikileaks, a través de un periódico noruego difunde esta importantísima información y el director general es despedido de manera fulminante. ¿De verdad merece la pena?, ¿podemos justificar la curiosidad malsana una vez vistas las consecuencias? Yo creo que no.
Pues yo creo que en ese tipo de cenas hay que tener cuidado con el vino.
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