Valme de Toledo |
Es curioso cómo, con los manidos argumentos de lo solos que estamos gracias a internet y los modos impersonales de las formas de comunicarnos marca siglo XXI, Spike Jonze crea una película sobre un tipo que, por primera vez en su vida, descubre el amor -y por lo tanto se descubre así mismo- gracias a un sistema operativo. Podríamos esperar que la película nos contara cómo, perdiendo el contacto, nos aislamos de lo que somos, pero cuenta justo lo contrario: lo importante es buscarse, da igual dónde empieces a hacerlo.
La película es una sorpresa. Hace explotar como ollas a presión los silencios que nos rodean, habla de sentir, de mojarse, de sufrir, de empaparse hasta el tuétano de amor y de dolor y, sobre todo, de lo fácil que es no hacerlo. Habla del amor imposible que te hace crecer y empezar a mirarte y mirar de un modo nuevo, de lo que no tiene marcha atrás porque te ha cambiado, habla de la vida que a veces se escapa como el humo que sale de la alcantarilla porque no nos hemos atrevido a vivir, porque no hemos sentido o porque no hemos querido hacerlo.
Vivir es lanzarse y buscar lo imposible, y eso es lo que hace este tipo que parece tan triste. Amar es eso: poder hablar y que nadie te tape las palabras, que éstas fluyan eternamente, crucen el espacio y sigan creciendo en el tiempo y más allá del tiempo. Amar es empezar a conocerse y conocer el mundo a través de otros ojos, y lo realmente difícil es encontrar a alguien que te anime a volar y vuele contigo mientras lo haces.
"Her" habla de eso en una atmósfera llena de ordenadores, vídeo juegos, inteligencias artificiales y trenes elevados, y pone lo imposible encima de la mesa: el amor es inteligencia y nada más que eso. El amor es conocer, aprender y entender. Todo lo demás tiene otro nombre (tantos nombres como letras del alfabeto) pero no es amor.
Pero claro, para amar hay que ser valiente, tanto como para colarte por tu sistema operativo y encima contarlo, tanto como para estar con alguien que te cueste presentar a los colegas, tanto como para querer a quien no vas a tener nunca, tanto como para decidir que vas a mirar lo que eres, que vas a aprender lo que eres y a sufrir con ello, sabiendo que lo que salga de allí no será lo mismo que entró. Para amar hace falta ser valiente. A ver quién se atreve.
Pero claro, para amar hay que ser valiente, tanto como para colarte por tu sistema operativo y encima contarlo, tanto como para estar con alguien que te cueste presentar a los colegas, tanto como para querer a quien no vas a tener nunca, tanto como para decidir que vas a mirar lo que eres, que vas a aprender lo que eres y a sufrir con ello, sabiendo que lo que salga de allí no será lo mismo que entró. Para amar hace falta ser valiente. A ver quién se atreve.